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Por Gretchen Reynolds
9 de mayo de 2017
Parece que ejercitarse antes del desayuno puede ser más beneficioso para la salud que hacerlo después de ingerir los primeros alimentos de la mañana. Los resultados de un nuevo estudio sobre la actividad física indican que el momento en que comemos afecta cuánta grasa quemamos durante el ejercicio, además de que modifica la actividad molecular dentro de las células grasas o adiposas de manera que podría tener implicaciones a largo plazo para nuestro bienestar físico.
Desde hace tiempo los atletas y científicos han sabido que el momento de ingerir alimentos afecta el desempeño. Es muy obvio que, si comes primero, tienes niveles relativamente altos de azúcar en sangre. Los músculos que trabajan pueden usar rápidamente esta glucosa como combustible.
Por otro lado, si estás en ayunas antes de hacer ejercicio, tus músculos dependen sobre todo del escaso abastecimiento en tu cuerpo de carbohidratos almacenados o de sus mayores reservas de grasa. Tener acceso a esta grasa, sin embargo, requiere de más pasos metabólicos para que esté disponible como energía, lo que la hace una fuente de combustible relativamente ineficaz durante los momentos de ejercicio extenuante. Como regla general, el cuerpo tiende a recurrir a la grasa como su fuente primaria de combustible cuando el ejercicio es más moderado.
Sabiendo esto, muchos atletas experimentan con el momento de comer, a menudo entrenado arduamente con el estómago vacío, con la esperanza de que esta estrategia alentará a sus cuerpos a volverse más adeptos a usar la grasa como combustible.
Estos esfuerzos se han enfocado obviamente en el desempeño deportivo. Se sabe mucho menos sobre cómo el momento de alimentarse y el ejercicio pueden afectar la salud general.
El estudio
Así que, para el nuevo estudio, que se publicó en abril en The American Journal of Physiology–Endocrinology and Metabolism, https://journals.physiology.org/doi/pdf/10.1152/ajpendo.00006.2017
los investigadores de la Universidad de Bath en Inglaterra decidieron estudiar a la gente relativamente promedio y sus células adiposas.
La mayoría de nosotros quizá no nos damos cuenta de lo ocupada y fisiológicamente mandona que puede ser nuestra grasa corporal. Sin embargo, en los últimos años, los científicos han dicho que las células adiposas constantemente producen y excretan una gran variedad de sustancias que influyen en otros sistemas y órganos del cuerpo.
Los científicos británicos sospecharon que comer antes de hacer ejercicio puede afectar la producción de estas sustancias.
Para comprobarlo, primero reclutaron a diez hombres jóvenes con sobrepeso y sedentarios, pero por lo demás sanos, cuyos estilos de vida son, para bien o para mal, representativos de los de la mayoría de nosotros (no reclutaron mujeres porque es difícil estudiar de manera controlada los efectos del ciclo menstrual en el metabolismo; esperan estudiar a mujeres en el futuro).
Analizaron la condición física de los sujetos y sus valores metabólicos en reposo, además de tomar muestras de su sangre y tejido adiposo.
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Luego, en dos visitas separadas al laboratorio, cada hombre caminó durante una hora en una caminadora fija a una velocidad moderada que, en teoría, debería permitir que su cuerpo dependa principalmente de la grasa para tener combustible.
Antes de una de estas visitas, los hombres no desayunaron, lo que significa que se ejercitaron con el estómago completamente vacío, después de un ayuno nocturno prolongado.
En la otra ocasión, ingirieron un desayuno sustancial de 600 calorías, proporcionado por los investigadores, con pan tostado, jamón, cereal, leche y jugo de naranja, aproximadamente dos horas antes de comenzar a caminar.
Justo antes y una hora después de cada sesión de ejercicio, los científicos tomaron muestras adicionales de la sangre y el tejido adiposo de los sujetos.
Luego compararon las muestras.
Los hallazgos
Hubo diferencias considerables. Obviamente, los hombres mostraron niveles de glucosa en sangre inferiores al comienzo de su ejercicio cuando no habían desayunado que cuando sí lo habían hecho. Como resultado, quemaron más grasa durante la caminata con el estómago vacío que cuando habían comido antes. Por otro lado, en promedio quemaron un poco más de calorías durante la sesión de ejercicio después de haber desayunado que la que hicieron en ayuno.
Sin embargo, los investigadores señalaron que los mayores cambios se dieron dentro de las células adiposas. Muchos genes se comportaron de manera diferente dependiendo de si alguien había comido o no antes de caminar. Varios de esos genes producen proteínas que pueden mejorar la regulación de la glucosa en sangre y los niveles de insulina en el cuerpo, y por lo tanto han sido asociados con una mejor salud metabólica. Estos genes estuvieron mucho más activos cuando los hombres habían ayunado antes del ejercicio que cuando habían consumido alimentos.
Las implicaciones de estos resultados son que, para obtener el mayor beneficio del ejercicio en la salud, puede ser sabio no comer antes, dice Dylan Thompson, el director de investigación sobre la salud en la Universidad de Bath y autor principal del estudio.
No obstante, este fue un estudio muy pequeño y a corto plazo. No puede decirnos si otros tipos de momentos de ingesta de alimentos como saltarse la comida antes del ejercicio vespertino producirán efectos similares, ni si los marcados cambios observados en la quema de grasa y la expresión genética después de ayunar se traducirían necesariamente en mejorías prolongadas en la salud. Lamento decir que los resultados tampoco sugieren que ayunar antes de hacer ejercicio acelere la pérdida de peso.
En otras palabras, quedan muchas preguntas por resolver antes de que los científicos puedan ofrecer recomendaciones sobre comer o no antes de hacer ejercicio, señala el Dr. Thompson. Pero dijo que no se sorprendería si datos posteriores revelan que ejercitarse con el estómago vacío tiene ventajas.
“Si simplemente pensamos en términos evolutivos”, mencionó, “nos damos cuenta de que nuestros ancestros tuvieron que gastar muchísima energía para la actividad física de cazar y recolectar alimentos. Así, sería perfectamente normal que el ejercicio se hiciera primero y el consumo de comida después”.
9 de mayo de 2017
Parece que ejercitarse antes del desayuno puede ser más beneficioso para la salud que hacerlo después de ingerir los primeros alimentos de la mañana. Los resultados de un nuevo estudio sobre la actividad física indican que el momento en que comemos afecta cuánta grasa quemamos durante el ejercicio, además de que modifica la actividad molecular dentro de las células grasas o adiposas de manera que podría tener implicaciones a largo plazo para nuestro bienestar físico.
Desde hace tiempo los atletas y científicos han sabido que el momento de ingerir alimentos afecta el desempeño. Es muy obvio que, si comes primero, tienes niveles relativamente altos de azúcar en sangre. Los músculos que trabajan pueden usar rápidamente esta glucosa como combustible.
Por otro lado, si estás en ayunas antes de hacer ejercicio, tus músculos dependen sobre todo del escaso abastecimiento en tu cuerpo de carbohidratos almacenados o de sus mayores reservas de grasa. Tener acceso a esta grasa, sin embargo, requiere de más pasos metabólicos para que esté disponible como energía, lo que la hace una fuente de combustible relativamente ineficaz durante los momentos de ejercicio extenuante. Como regla general, el cuerpo tiende a recurrir a la grasa como su fuente primaria de combustible cuando el ejercicio es más moderado.
Sabiendo esto, muchos atletas experimentan con el momento de comer, a menudo entrenado arduamente con el estómago vacío, con la esperanza de que esta estrategia alentará a sus cuerpos a volverse más adeptos a usar la grasa como combustible.
Estos esfuerzos se han enfocado obviamente en el desempeño deportivo. Se sabe mucho menos sobre cómo el momento de alimentarse y el ejercicio pueden afectar la salud general.
El estudio
Así que, para el nuevo estudio, que se publicó en abril en The American Journal of Physiology–Endocrinology and Metabolism, https://journals.physiology.org/doi/pdf/10.1152/ajpendo.00006.2017
los investigadores de la Universidad de Bath en Inglaterra decidieron estudiar a la gente relativamente promedio y sus células adiposas.
La mayoría de nosotros quizá no nos damos cuenta de lo ocupada y fisiológicamente mandona que puede ser nuestra grasa corporal. Sin embargo, en los últimos años, los científicos han dicho que las células adiposas constantemente producen y excretan una gran variedad de sustancias que influyen en otros sistemas y órganos del cuerpo.
Los científicos británicos sospecharon que comer antes de hacer ejercicio puede afectar la producción de estas sustancias.
Para comprobarlo, primero reclutaron a diez hombres jóvenes con sobrepeso y sedentarios, pero por lo demás sanos, cuyos estilos de vida son, para bien o para mal, representativos de los de la mayoría de nosotros (no reclutaron mujeres porque es difícil estudiar de manera controlada los efectos del ciclo menstrual en el metabolismo; esperan estudiar a mujeres en el futuro).
Analizaron la condición física de los sujetos y sus valores metabólicos en reposo, además de tomar muestras de su sangre y tejido adiposo.
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Luego, en dos visitas separadas al laboratorio, cada hombre caminó durante una hora en una caminadora fija a una velocidad moderada que, en teoría, debería permitir que su cuerpo dependa principalmente de la grasa para tener combustible.
Antes de una de estas visitas, los hombres no desayunaron, lo que significa que se ejercitaron con el estómago completamente vacío, después de un ayuno nocturno prolongado.
En la otra ocasión, ingirieron un desayuno sustancial de 600 calorías, proporcionado por los investigadores, con pan tostado, jamón, cereal, leche y jugo de naranja, aproximadamente dos horas antes de comenzar a caminar.
Justo antes y una hora después de cada sesión de ejercicio, los científicos tomaron muestras adicionales de la sangre y el tejido adiposo de los sujetos.
Luego compararon las muestras.
Los hallazgos
Hubo diferencias considerables. Obviamente, los hombres mostraron niveles de glucosa en sangre inferiores al comienzo de su ejercicio cuando no habían desayunado que cuando sí lo habían hecho. Como resultado, quemaron más grasa durante la caminata con el estómago vacío que cuando habían comido antes. Por otro lado, en promedio quemaron un poco más de calorías durante la sesión de ejercicio después de haber desayunado que la que hicieron en ayuno.
Sin embargo, los investigadores señalaron que los mayores cambios se dieron dentro de las células adiposas. Muchos genes se comportaron de manera diferente dependiendo de si alguien había comido o no antes de caminar. Varios de esos genes producen proteínas que pueden mejorar la regulación de la glucosa en sangre y los niveles de insulina en el cuerpo, y por lo tanto han sido asociados con una mejor salud metabólica. Estos genes estuvieron mucho más activos cuando los hombres habían ayunado antes del ejercicio que cuando habían consumido alimentos.
Las implicaciones de estos resultados son que, para obtener el mayor beneficio del ejercicio en la salud, puede ser sabio no comer antes, dice Dylan Thompson, el director de investigación sobre la salud en la Universidad de Bath y autor principal del estudio.
No obstante, este fue un estudio muy pequeño y a corto plazo. No puede decirnos si otros tipos de momentos de ingesta de alimentos como saltarse la comida antes del ejercicio vespertino producirán efectos similares, ni si los marcados cambios observados en la quema de grasa y la expresión genética después de ayunar se traducirían necesariamente en mejorías prolongadas en la salud. Lamento decir que los resultados tampoco sugieren que ayunar antes de hacer ejercicio acelere la pérdida de peso.
En otras palabras, quedan muchas preguntas por resolver antes de que los científicos puedan ofrecer recomendaciones sobre comer o no antes de hacer ejercicio, señala el Dr. Thompson. Pero dijo que no se sorprendería si datos posteriores revelan que ejercitarse con el estómago vacío tiene ventajas.
“Si simplemente pensamos en términos evolutivos”, mencionó, “nos damos cuenta de que nuestros ancestros tuvieron que gastar muchísima energía para la actividad física de cazar y recolectar alimentos. Así, sería perfectamente normal que el ejercicio se hiciera primero y el consumo de comida después”.