No me lo pensé mucho para escribir este artículo – al contrario, regresé a casa del entrenamiento, afuera hacían ¡5 grados! Y me siento totalmente relajado. ¡Feliz y dichoso! Esta sensación se la debo al entrenamiento de fuerza que fue estupendo, a cada uno de los ejercicios, a cada rutina, a cada repetición, a cada una de las contracciones por muy pequeñas que sean de mi fibras musculares.
¿Será que estoy loco de remate?
Seguro que los lectores se preguntarán “¿pues qué está loco?” ¡debería de darnos unos consejos técnicos para el entrenamiento! Y yo os digo: “no, hoy no. Hoy voy a dar rienda suelta a mis pensamientos sobre mis emociones después de un buen entrenamiento, “¡sí, señor!”.
En realidad todo esto empezó desde ayer cuando fui a entrenar con mi amiga. Conforme iba transcurriendo el entrenamiento ellea fruncía cada vez más el ceño – pues no lograba avanzar con los pesos y mucho menos lograba mejorar su rendimiento. Tenía miedo de perder masa muscular y quedar mal ante mí, más que ante su entrenador y en fin, fracasar. Todo esto ¡sólo por no hacer unas cuantas repeticiones!
¿Porqué amo tanto mi entrenamiento?
Esta situación me llevó a preguntarme el porqué amo tanto el entrenamiento como para que cada día que tengo disponible haga deadlift, flexión de rodillas, press de banca o pull-ups. ¿Porqué me vuelve loco cada entrenamiento ya sea mal o bien hecho? Yo no me preocupo por fracasar (después de 12 años en el deporte creo que he llegado a un grado avanzado en lo que respecta al desarrollo corporal) y tampoco me preocupa lo que opinien los demás (después de todo sé muy bien lo que puedo y dónde empezé desde cero) tampoco intento competir con alguien (muchos tienen mejor cuerpo que yo incluyendo unos que no se dopan, pero yo sé muy bien que he hecho lo que está al alcanze de mi propia fuerza para desenvolverme)
¡Es un placer! Gozo cada una de las repeticiones
Contando todos estos factores no es de asombrarse de que sienta ¡solamente placer! Estos factores en efecto no son más que una barrera contra cualquier miedo que pudiera surgir. Gozo cada repetición, sin presiones y con toda seguridad de que pertenezco al grupo de personas felices que cuentan con salud para practicar deporte y tienen el suficiente poder adquicitivo para alimentarse en beneficio de su salud.
Yo también envejezco, el tiempo de regeneración se alarga notablemente, de una noche de fiesta no me repongo tan fácilmente. Ahora tengo más obligaciones y compromisos ya que tengo familia y un trabajo que atender. Todo esto reduce mi tiempo que dedico al deporte – pero la suerte ha remplazado al éxito.
La constancia trae consigo el éxito inevitablemente
Puedo mirar atrás y ver que es lo que el entrenamiento de fuerza me ha dado. Ser constante fue necesario para progresar regularmente.
Cada entrenamiento, cada rutina comprende además aquella última repetición que ya no es posible hacer. En cada rutina enfrenté los fracasos personales como una derrota pequeña. Tengo que reconocer mis debilidades para convertirlas en una fuerza la próxima vez.
El entrnamiento propicia que surga el interés por una alimentación adecuada al deporte. No siempre resulta al 100% pero con el transcurro del tiempo he dejado el chocolate, las botanas y me controlo para no llegar a excesos. Es así como me siento más potente y sano a mis 30 años que cuando tenía 20.
Ahora quiero pasar al tema de este artículo:
¡El entrenamiento de fuerza como medio de meditación!
Os preguntareís ¿qué tiene que ver la meditación con el levantamiento tonto de pesos? Esta preguna nunca me la había hecho, pero con el correr de los años he notado que el entrenamiento de fuerza me tranquiliza, me lleva a un estado de total concentración, casi de meditación. No percibo los ruidos exteriores y sobre todo no pienso en otra cosa. Tengo que confesar que tengo experiencia práctica con la meditación convencional – pero para mi no resultó ser adecuada. Buddha dice que uno está más cerca de dios cuando duerme, sin embargo nunca hize los ejercicios completos . Y solamente los cortos.
Tuvo que pasar cierto tiempo para que notara que no se puede llegar a un estado de meditación con un cierto estilo y con ciertos ejercicios prescritos. Sea como sea me alejo de lo esotérico, New Age y de todos las religiones de moda y pasajeras en relación al tema meditación.Yo entiendo por meditación profundidad, concentración y parar de pensar conscientemente.
No quiero decir con esto que no está bien pensar conscientemente – pero en determinadas situaciones puede ser molesto. Puede frenar decisones espontáneas, puede callar las señales del cuerpo y de esta manera está en contraste con nuestros instintos innatos.
Para transmitirlo al gimnasio:
La mitad de todos los jovenes/estudiantes puede se sabe de memoria algunos principios básicos del desarrollo de músculos, reducción de grasa, alimentación y complementos alimenticios (en el mejor de los casos usando términos en latín) – pero por el otro lado ninguno de ellos logra hacer a la perfeción una flexión de rodillas con 60 kg.
Ellos “saben” como funciona, pero no lo pueden poner en práctica. Su manera de pensar conscientemente fomentada por una educación escolar teórica, se apropia de su yo y atosiga los instintos, una vida humana y cualquier intuición (pensemos solamente en los problemas sexuales muy comunes de la “gente culta”
No se puede caer en un estado meditativo – algunos le llaman también flow – si no se “siente”, y se intenta razonar y hacer una ciencia de ello.
Por eso quiero describir cómo logro llegar a este estado:
Por ejemplo veamos uno de mis ejercicios preferidos: el remo sentado. Visto por fuera jalo de un mango en dirreción a mi abdomen – esto lo puede imitar cualquiera. Pero lo que no cualquiera puede imitar es lo que está pasando en mi.
Ya desde el calentamiento con un peso ligero estoy totalmente ensimismado en el ejercicio. No estoy tirando de un mango de A a B, ni estoy pensando en las compras que voy a hacer después, ni estoy oyendo sonar al celular, ni tampoco estoy pensando en la vecina tonta – sino estoy en lo que estoy con cado una de las fibras de mi musculatura puestas en acción. Una atención especial le doy al latissimus por ser al que va dirijido el ejercicio del remo sentado.
Al calentarme me es importante interiorizar el desarrollo del movimiento, hacerlo técnicamente correcto y crear la llamada “relación- mente- músculo”. Esto quiere decir que en mi mente realizo el movimiento paso a paso e intento tensar conscientemente cada una de las cabezas de los músculos. Por ejemplo, esto significa para la posición de inicio del remo sentado lo siguiente: mientras que cojo el mango con los brazos estirados, tenso el latissimus a propósito. Esto me permite una contracción completa durante todo el desarrollo del movimiento – no solamente una contracción que avanza lentamente y que al final alcanza su punto máximo.
Ya cuando estoy jalando el mango hacia mí contraigo el latissimus totalmente, esta contracción está tiene como propósito poner a trabajar adrede los hombros traseros. Esto no lo hacen la mayoría de los que entrenan este ejercicio.
Yo continúo jalando hasta que se forma un ángulo de 90 grados del antebrazo al brazo. El latissimus y los hombros traseros están completamente contraídos, sin embargo el peso se hace cargo de la resistencia y no la tensión que estoy haciendo conscientemente. Es en este punto cuando entra en acción el biceps. Dependiendo de la sensación pongo a trabajar el bíceps a todo lo que da o le doy una pausa y lo contraigo lo menos posible.
Al final del movimiento, cuando el mango llega al abdomen, hago una pausa a propósito de un segundo y disfruto sentir la musculatura contraída.
¡Esta fue una repetición al calentarme! La contracción a propósito me hace sentir en contacto intenso y directo con la musculatura en cuestión y provoca un flujo sanguíneo enorme hacia las fibras en acción. Muy seguido siento como mis músculos se llenan de sangre ya en la 2 ó 3 rutina de calentamiento.
Si el calentamiento ha terminado, entonces hago una pausa un poco más larga antes de empezar el entrenamiento propiamente dicho. Sé muy bien que sólo una pre tensión ligera es posible debido al peso submaximal, ya que mis fuerzas obviamente se agotan mucho más rápido. Además, existe el riesgo al final de una rutina dura de que la técnica empeore. Por esta razón incluyo pausas entre las repeticiones durante el entrenamiento: PITT según Pfürzenreuter o HFT según Zippel.
Me puedo concentrar mejor gracias a las pequeñas pausas antes de continuar con las repeticiones , el músculo puede respirar, el ZNS descansar. Además noto cuando mi técnica empeora.
Termino mi trabajo cuando no puedo continuar entrenando aún cuando mi técnica sea correcta. Subrayo: ¡no entreno hasta fallar!
Me siento como en un estado de meditación durante el desenlace de estas repeticiones técnias siempre iguales y llevadas a cabo en total concentración que se parece a la forma de respirar durante los ejercicios de meditación . La sensación al terminar es de satisfacción, algunas veces de euforia (¡como hoy!) Tengo una fuerte impresión de encontrarme en un estado de total relajamiento sin presiones, de haber me deshecho de todo tipo de agresión y de encontrarme más sano. Estoy totalmente concentrado y puedo pensar claramente. El tener hambre es como un premio, puedo comer un poco más sin ninguna preocupación, uno que otro pedazo de pastel demás no es un remordimiento, mi metabolismo se va a encargar de que no me afecte.
¿Hay algo más bonito?
El Patrick Raabe feliz
Deportes y entrenamiento
El entrenamiento de fuerza es para mi ¡como meditar!- un poema a la contracción muscular perfecta
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