Mónica, la maestra de español, que trabaja a veces en el Hostal Sue, me recomienda el “studio de fitness Bodytec”. Sonriente me dice que algunos homosexuales van ahí pero que es sin duda el mejor gimnasio en Bogotá. Se localiza en el norte de la ciudad, en el cruce de la calle 63, Carrera 7. Bogotá está en el norte al pie de una cordillera. La ciudad empieza a mostrar su lado exclusivo entre más me acerco al norte, hacia la pendiente . No much tiempo después tenemos al “Bodytec” en frente. Pago 40,000 pesos ( un poco más de 15 €) por un día, esta suma representa para muchos colombianos una fortuna, si tomamos en cuenta que en promedio mucha gente gana 5 € al día, para otros es más o menos la ida a un concierto.
Los equipos en el “Bodytec” son nuevos, todos importados de Estados Unidos. El personal es muy amable y hablan un ingles aceptable. María no se separa de mi lado y me acompañará durante todo el entrenamiento. Me comenta: “no todos los días tenemos visita de Alemania aquí en el gimnasio”. Antes de ejecutar mis ejercicios de espalda, me caliento en la bicicleta. María ajusta el ergómetro 15 minutos en el nivel 5. No hay problema, ese es el nivel para un principinate. En Alemania me hubiera sentido ofendido. En el monitor aparece una montaña, que se supone que tengo que escalar en 15 min. Un punto parpadeante me muestra mi posición.
Después de 7 minutos empiezo a jadear. Mi corazón se acelera. Así se deben de sentir los ciclistas que no se dopan en la subida del Mount Vertoux en el Tour de France. Después de los 15 min. me caigo medio desmayado del ergómetro. Bogotá está a 2600 metros sobre el nivel del mar, ¡lo que esto significa para el sistema circulatorio y el corazón! Ahora me doy cuenta de que mi entrenadora personal no exactamente se quedó a mi lado por pura amistad: ella estaba verificando constantemente mi pulso. Durante el entrenamiento de fuerza para la espalda no tuve ningún problema y pude cumplir con el entrenamiento de María en los aparatos. Mis músculos de la espalda están de nuevo despiertos. Las punzadas han desparecido y el entrenamiento cardio me ayudará seguramente a vencer el clima de altura de Bogotá en el siguiente paseo por la ciudad.
